Reflexiones tras 1 año de viaje
Ha pasado 1 año desde que empecé este viaje y mirando hacia atrás creo que casi nada ha sido como yo lo planeé. Eso puede ser bueno o malo. Lo que es seguro es que demuestra que la vida no se puede planear, que hay que vivirla y a veces dejarte llevar por ella. Aunque sentirte como un barco a la deriva no es fácil.
Comenzando con el hecho de que en mis planes este viaje iba a durar un año y que todavía sigo por estas latitudes, hasta el hecho de que he viajado a Bolivia, Perú y Ecuador, que ni siquiera estaban en la lista, casi todo ha tomado otro rumbo.
Ahora siento que es momento de tomar un poco las riendas y de re dirigir el viaje por si acaso no dura para siempre. Yo tenía probablemente demasiados objetivos en mente y por ese motivo, algunos meses parecen más meses de trabajo intensivo y no tanto un viaje. No ha sido un viaje fácil, pero ese nunca fue el objetivo. Ha sido un viaje intenso y lleno de experiencias que no esperaba. Ahora siento la necesidad de permanecer más tiempo en un lugar, de dejar de moverme tan rápido, de aprender algo en serio y no un millón de cosas pequeñas o de aprenderlas muy superficialmente. De hacer un voluntariado más serio, más profundo y que me llene más y que aporte más a otros.
Es duro pensar que si me hubiese organizado mejor desde el comienzo, podría haber hecho un curso serio de bioconstruccción o agricultura y sentir que por lo menos he cumplido un objetivo con seriedad. Pero arrepentirse no lleva a buen puerto y en realidad no es que me arrepienta tampoco. Tengo un millón de buenos recuerdos y otros no tan buenos que me preparan para el futuro.
Hay muchas personas que recuerdo con mucho cariño como mis amigas Vânia, Yani, Cami, Adelyn, Pi, Mercedes, Lu…personas que he conocido viajando y que admiro. Muchos momentos buenos en la Chácara del Sol Nascente, la granja Turning Earth, el templo Eco Truly, el Janajpacha, y en TECHO. He hecho muchas cosas por primera vez como enterrar un delfín, construir una vaya, hacer trabajo de oficina para una ONG, ordeñar una cabra, dormir con arañas venenosas, hacer un helado solo con banana, hacer Capoeira, hacer barro con los pies, pasarme 3 meses con diarrea, tener el mal de altura, estudiar Quechua, hablar hasta el amanecer, construir una pérgola, hacer pulseras, cuidar de gallinas y caballos…
Creo que estas experiencias me han servido para ser más flexible, menos cuadriculada, para saber un poquito más de todo, para no juzgar tanto a las personas, para saber cambiar de rumbo cuando hace falta, para vencer mis miedos, inseguridades e timideces, para conocer un poco Latinamérica, para aprender a decir NO, para conocer mis límites y no sentirme tan culpable por no cumplir las expectativas de otros… y probablemente para otras cosas de las que ni me doy cuenta.
Estoy agradecida a mí misma por hacer sido capaz de vencer los miedos de dejar una vida perfecta con un trabajo perfecto y estable y de dar el salto sin saber muy bien hacia dónde. También a mi familia por comprender que yo necesito algo diferente en la vida a una persona tradicional y a las personas que he encontrado y me han ayudado a ver otros puntos de vista y me han enseñado tantas cosas. A mis amigos de Boise, Euskadi y otros lugares por seguir en contacto a pesar de no vernos en tanto tiempo y de ni siquiera comunicarnos tanto.
La vida es lo que tú hagas de ella, es cómo la mires y la interpretes. Es un regalo increíble que no deberíamos tomar por sentado, sino agradecerlo y aprovechar cada minuto porque el pasado nunca vuelve. El futuro no lo conocemos y el presente es en donde deberíamos vivir. Tú construyes tu propia vida y tú tienes el poder de decidir cómo quieres vivirla.
Espero seguir aprendiendo y nunca dejar de sorprenderme y de agradecer por todo lo que me toque vivir, lo bueno y lo no tan bueno.